A ella le gusta andar a solas, sea cual sea el tiempo que haga. Anda por
los ríos, por los bosques y por los campos húmedos de rocío. Cuando nada le
sale bien se mezcla con las flores y las moja también con sus lágrimas. Y eso
la hace sentir un poco mejor.
Ella escucha música triste cuando el mundo está del revés. Llora a su ritmo
y solloza en cada estribillo que rebota en su mente. Piensa, recuerda y revive
los momentos que le han arañado el corazón para después buscar sonrisas entre
las cicatrices y ver que no todo está tan mal. Y eso la hace sentir un poco
mejor.
Por las noches, ella sueña y deshace los hilos de su historia para
rehacerlos de nuevo de una manera más bonita; lee e imagina un mundo imaginario
muy alejado de su realidad; bebe y lo olvida todo de una vez; cae y se levanta
cada mañana…
Pero hoy no. Esta noche el campo le muestra ráfagas de luciérnagas que
señalan todos los caminos que ella puede seguir. Son infinitos y distintos pero
no todos fáciles. Las pequeñas lucecitas son la esperanza de conseguir su meta,
de decidir si se queda a sus pies o avanza. Y decide avanzar.
Cuando se da cuenta, algo empieza a hacerle cosquillas en su interior. Algo
que pensaba no volver a sentir y que ahora parece surgir de las cenizas. Mariposas. Esas mariposas que surgen de la
nada e invaden tu estómago y todo lo que te rodea, centímetros y centímetros de
piel que se eriza cuando sabes que pronto vas a estar a su lado.
Y si se trata de otro error no le importa. Se deja llevar por ese impulso
que poco a poco le quita las vendas de los ojos y coloca almohadas para que sus
caídas sean menos dolorosas. Que difícil parecía andar.
Su corazón se vuelve trapecista entre las palabras que él susurra. Da
saltos en el aire cogido a cada beso y vuela durante horas subido en los
tequieros. Los pájaros de su cabeza danzan al compás y se pintan de melodías de
colores. Sus palabras vuelven a ser dulces y los cajones se llenan de cartas de
amor intensas e inacabadas.
Y aunque a veces se le olvida el camino, sabe que él rápidamente la irá a
buscar, que le ha dicho “basta ya de llorar, que es hora de vivir y vivir no se
hace solo respirando”. Le ha dado una mano con la que confiar, un cuerpo con el
que soñar, una cama donde dormir, soñar, gemir y amar. La receta para ser un
poco más feliz. Un sueño por el que luchar.
Esta noche poco a poco explora su silueta. Se cuela bajo su ropa y le
presta unas mariposas. Deja su pintalabios en sitios prohibidos y cruza la
línea del “No puedo” para alcanzar el “Lo intentaré”. Y una sonrisa traviesa se
cuela entre sus labios para mostrar al mundo que lo consiguió. Que hoy, ahora,
ella es feliz.
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